¿Buen día o buenos días?
I
Los
usos de la lengua se rigen por un principio consensual. Es decir, todos
aceptamos una forma determinada, un modismo tal, una manera de ver las cosas
que nos rodean y no otra. Por ejemplo, los españoles prefieren decir “las once
menos cuarto” y los mexicanos hemos aceptado “cuarto para las once”. En fin,
ellos desandan lo caminado y nosotros nos consolamos con lo poco que nos falta
para llegar a la meta. Da lo mismo, es una manera de ver la realidad.
Por
siglos ha habido unanimidad en decir “buenos días”, por ejemplo, y a nadie le
parecía problemática esta expresión. De
un tiempo a esta parte, a algunos perfeccionistas del saludo les ha dado por
corregir lo que piensan que es una manera viciada o errónea de expresarse y con
suma propiedad corrigen y se corrigen saludando con un tajante “buen día”. Quienes
así proceden creen ser correctos, mejor aún, perfectos en el dominio de la
lengua, pero en verdad no han visto la viga en el ojo propio. Los ignorantes
con iniciativa son los más peligrosos. Estas personas piensan que han hecho una
sesuda reflexión sobre la lengua y se disponen a poner en su lugar a los
ignorantes. Craso error, no existe incorrección alguna en decir “buenos días”.
Personas ha habido que me dictan su saludo haciendo hincapié en el singular:
remarcan varias veces las nnn, de su buennn. Yo finjo que no me
doy cuenta y persisto en responder con el ortodoxo plural.
No
hace mucho tiempo tuve un vecino del que tenía noticias era profesor de
filosofía y él estaba enterado de mi condición de literato. Por nada del mundo
dejaba de decirme, buenaaa nocheee, aunque en ese momento estuviera
temblando y todos bajáramos las escaleras del edificio a velocidades propias
del terror, de tan introyectada que tenía su ultracorrección y de lo muy
convencido que estaba de su argumento de que el plural en tales casos era un
uso de los tontos o de los ignorantes. En alguna ocasión en que las prisas no
apremiaban aquellos encuentros circunstanciales, me dictó cátedra de filosofía,
disimulando en la falsa modestia su torpe inferencia. Me dijo, usted disculpará
colega, pero a mí me da por pensar que los días suelen tener sólo una tarde o
una noche o una mañana, por eso me atrevo a desearle buen día y no buenos días.
Sonriendo
le contesté, grave verdad ha descubierto usted, lo felicito. Y seguí mi camino.
Por supuesto que no intenté explicarle el uso de los plurales de intensidad, no
tenía caso, él estaba muy convencido de su deducción y era preferible dejarlo
seguir saludando de esa rebuscada forma.
En
efecto, el plural en español no sólo sirve para indicar múltiples cantidades,
también muestra intensidad. Sucede que no siempre reflexionamos otros usos
similares al buenos días, y por eso no descubrimos esa otra función.
Algunos ejemplos nos revelarán esta característica. Sucede que para expresar de
manera circunspecta lo mucho que nos alegra el éxito de la persona con la que
charlamos, podríamos decir le doy mis sinceros parabienes. También, en
una carta o un mensaje podríamos escribir le doy mis más sinceras
felicitaciones. Y otro tanto podemos
decir del sentimiento expresado en sentido contrario: condolencias.
Incluso, una palabra de la que difícilmente pensaríamos que es plural de
intensidad, gracias, en efecto lo es porque a quien nos regala algo, por
ejemplo, se la decimos y con ella expresamos que no es una la gracia que
posee, sino que múltiples gracias enriquecen a aquella generosa
persona.
Por
lo tanto, debemos concluir que nunca ha sido incorrecto el uso del plural en buenos
días y que el afán de usarlo en singular no sólo es artificioso sino que
responde a la lógica de la ultracorrección. En términos lingüísticos se le
llama ultracorrección a cualquier fenómeno que busca enmendar lo que ya está
bien dicho o escrito, como insistir que la expresión correcta es vaso con
agua en lugar del correctísimo vaso de agua.
Por
último, debo aclarar que no es lingüísticamente inapropiado decir buen día,
sino pedante, de tan afectado. Me explico. En la construcción bacalado
sí hay un error por ultracorrección, pues en el sustantivo bacalao se
está corrigiendo por analogía el uso coloquial del verbo comprao
(participio) que debe construirse con d intervocálica: comprado.
Dicho de otra manera, la palabra bacalado no existe, pero la frase buen
día sí está bien construida; como ya dijimos, es una forma válida pero que
se configuró a partir de una confusión del sentido que deben tener los
plurales. ¿Debemos usarla? Yo opino que no, entre otras causas porque ya
tenemos la otra, que es totalmente castiza.
¿En
que acabará este uso moderno del saludo? No es posible saberlo. Si la afectación
se generaliza y termina por desplazar al centenario buenos días, dejará
de parecernos afectada esa peculiar manera de saludar cicateramente, como diciendo,
para usted hoy tengo UN deseo de bienestar; ¿quiere varios? ¡crúcese mañana en
mi camino y verá cómo, generosamente, le regalo uno más!
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