Redundancias, pleonasmos, tautologías
XLIX
Ya hemos dicho en otras entregas que escribir no es como hablar. Por desgracia, a pesar de las constantes prevenciones que los profesores podemos hacer a nuestros alumnos, muchos vicios y descuidos del habla se cuelan con suma facilidad en la escritura de no pocas personas que empuñan la pluma. Casi siempre, por no decir siempre, estos dislates son producto de un vil descuido, no de la ignorancia del que escribe. Hoy quiero dedicar estas páginas a las tautologías.
Como todos sabemos, las redundancias, también llamadas pleonasmos, son vicios de la escritura y del habla que consisten en incluir palabras o expresiones que repiten ideas de cosas que se acaban de decir, y que, por lo tanto, quien lo escucha o lee, puede reparar sorprendido por el descuido o, burlón, concluye apresuradamente que el emisor quizá esté afectado por algún tipo de idiotez.
Los mexicanos somos particularmente agudos con estas reiteraciones y más por burla que por admiración, señalamos sardónicamente los dislates más evidentes de los otros, como subir para arriba o entrar para adentro. Cuando viajé por primera vez a España descubrí que allá estas formas (más del habla que de la escritura) son monedas de uso corriente, incluso, que mucha gente las usan deliberadamente y no reparan en ello, simplemente les parece muy normal.
Por supuesto que mi oído mexicano, burlón, lo captó de inmediato, pero la verdad es que nunca me atreví a señalarlo a nadie. ¿Es probable que si hubiera estado en México sí lo hubiera hecho? No lo sé. Y si me sorprendió tal uso generalizado de los pleonasmos, más me sorprendió y hasta diría que me escandalizó cuando consulté por primera vez un manual de redacción escrito en aquel país, pues se les admitía sin más ni más. Ya hace muchos años de esto, por lo tanto terminé por acostumbrarme a leer estas temeridades porque todos los que después he consultado caen en el mismo contrasentido. Por lo contrario, no conozco ningún manual mexicano de redacción que los acepte o los disimule.
Con el paso del tiempo he concluido que los manuales de correcta escritura españoles que han caído en esta permisibilidad sólo lanzan un mensaje confuso a los usuarios y perpetúan ese uso desagradable. Ignoro si lo hacen por ser políticamente correctos o porque son dominados por las opiniones de los que les precedieron. Pero haya sido la causa que fuere, flaco favor le hacen a los que buscan orientación en esas páginas. Aprendamos de lo que le pasó a la Academia con su ambigüedad ante el uso de la tilde en las letras mayúsculas; fue tal el enredo que llegué a escuchar a personas decir que la Academia permitía que se usaran las mayúsculas sin tilde. Y tan claro fue el error que en la ortografía de dicha institución de 1999 abandonó dicha ambigüedad y afirmó taxativamente “El empleo de la mayúscula no exime de poner tilde cuando así lo exijan las reglas de acentuación. Ejemplos: Álvaro, SÁNCHEZ”.
Pues tal decantamiento, a pesar de que ya han transcurrido más de veinte años, no ha resuelto el problema porque este vicio se sigue presentando; quizá menos en los últimos tiempos, pero persiste como una mancha.
Vea el amable lector el cantinfleo de los manuales de redacción de España. Dice uno “¿Está bien dicho Sube para arriba? Sí, aunque se trata de una expresión redundante, pues la acción de subir significa ‘recorrer yendo hacia arriba’. Buena la hemos liado, me dije, este es un manual que busca orientar a los usuarios a escribir con corrección pero acepta lo incorrecto. Y el argumento permisivo no terminó aquí pues a continuación sostiene: “Estas expresiones: subir para arriba, bajar para abajo, entrar adentro, salir afuera, son admisibles en el uso oral y coloquial de la lengua, donde se utilizan generalmente con valor expresivo o enfático”.
Es decir, el autor reconoce que estas afirmaciones son redundantes pero las acepta porque sostiene que el que las utiliza busca darle un valor enfático a su dicho. No podía estar yo más escandalizado. Imagínese el lector a una persona que habla así, de la que uno está a punto de concluir que padece dislalia, resulta que no, que hasta medio poeta es para hablar porque en su discurso busca introducir figuras retóricas como si fuera personaje de una comedia barroca, que solo esas personas son poetas para hablar, pues riman sus alegatos.
No es por hastiar, pero le pido al amable lector que trate de recordar alguna ocasión en que ha escuchado a una persona (me refiero acá en México, no en España) utilizar uno de estos pleonasmos. ¿Le parece recordar el gesto de aquel interlocutor, pensativo y reconcentrado buscando cómo dar más énfasis a sus palabras? No, por cierto. De seguro, lo que recuerda (en el mejor de los casos), es que la persona se rio por su torpeza y con una breve parentética que busca ser humorística pero que es un lugar común, medio se corrigió, agregando: perdón por la rebuznancia.
Pobres pollinos, ¿ellos que culpa tienen? En fin, regresemos al manual y permítaseme una última cita; se cierra el párrafo que antes he citado en dos ocasiones con una construcción precedida por un conector contraargumentativo: pero debemos evitarlas en los textos escritos. ¿Verdad que es para escandalizarse?
¿Entonces en qué quedamos? ¿Se vale o no se vale? ¿Por qué se vale en el habla pero se prohíbe en la escritura? ¿Estos vaivenes orientan al aprendiz o lo confunden? ¿Un manual de redacción no debe de ser normativo, sino que debe someter sus opiniones a la mayoría de votos, como si se estuviera en un parlamento? ¿Si la mayoría de los usuarios de la lengua usan los pleonasmos para hablar entonces es correcto hablar así? ¿Eso parte del principio consensual del uso de la lengua? ¿Y si se partió de ese principio, eso quiere decir que en España (menos de 50 millones de habitantes) son más los usuarios de la lengua que en Hispanoamérica (más de 400 millones)?
Como el lector ya lo ha captado, el tema da para más que una entrega de estos breves artículos de difusión. Dejemos para la próxima ocasión la respuesta a estas preguntas y otro tanto hagamos con la conclusión de este espinoso asunto.
Comentarios
Publicar un comentario