Uso de conectores



 
IV
Durante muchos años he impartido clases de redacción y aunque los nombres de los cursos suelen cambiar con frecuencia, siempre se trata de ejercer el utópico intento de enseñar a los alumnos a expresarse con corrección cuando escriben textos formales. Muchas cosas he aprendido en estos treinta y pico de años de tan ímproba labor. En una ocasión decidí hacer lo que en ese momento me pareció una ociosidad: enlistar y clasificar los errores que cometían mis alumnos. Con el tiempo descubrí que era un ejercicio utilísimo y muy revelador. Con mucha frecuencia esa lista la encabezaba un uso errático, confuso; en fin, cantinflesco, de los conectores.
Como todos sabemos, los nexos o conectores son aquellas partículas de la lengua (con mucha frecuencia construidas con conjunciones y preposiciones, pero no exclusivamente) que se utilizan para engastar un elemento a otro y por ello, recurrentemente, aparecen (pero no obligadamente) en medio de esos dos elementos. Veamos un primer caso: voy a Guadalajara. Como se puede deducir, la preposición la utilizamos para unir el verbo y el sustantivo. Si reflexionamos un poco tendremos la sensación de que el sentido (campo semántico) de este enunciado surge por completo de voy y de Guadalajara y que la partícula “a”, nada o casi nada dice. Pero eso sólo es la impresión, porque en realidad el significado sigue ahí aunque no lo percibamos con la misma claridad cuando se trata de dilucidar que el verbo tiene idea de marchar a determinado lugar por quien lo enuncia y que el sustantivo identifica con harta precisión una población que, aunque no conozcamos, tenemos la certeza de su existencia, sin embargo “a”, nada (perdóneseme la reiteración), o casi nada nos dijo.
Descubrimos que no es así cuando leemos el enunciado de las dos maneras: “voy a Guadalajara” en oposición a “voy Guadalajara”. De inmediato nos damos cuenta de que la segunda variante es muy desagradable a nuestro oído, nos sentimos ridículos y hasta nos reímos pensando que nos ha dado por hablar como Tarzán. También descubrimos que la preposición sí tiene un campo semántico evidente, aunque un tanto oculto, y que transmite la idea de “progresar en cierta dirección”. Sería como una flecha en el camino que nos confirma la trayectoria con que debemos proseguir nuestros pasos. Pues bien, este significado aparentemente oculto es una de las principales fuentes del uso erróneo de los conectores.
¿Cómo es eso? En realidad es muy fácil de explicar y muy difícil de resolver. La idea sería la siguiente, si esa sílaba o esa letra nada o casi nada dicen, lo mismo da poner una que otra; dado el caso, no dejaremos el cero semántico de la segunda versión antedicha y asunto resuelto. Por eso muchos escritores descuidados creen que es lo mismo escribir El problema se resolvió en base a la recomendación del director que redactar El problema se resolvió con base en la recomendación del director.
Por otro lado, estas partículas nexuales tienen otra función importantísima: permiten al que escribe ir adelantando al que lee para dónde se quiere ir, hasta dónde se quiere llegar o, bien, a dónde va a parar o, incluso, señalar el lugar donde se desviará para cambiar hacia otra dirección quizá muy contraria por la que iba discurriendo en su escrito. Mal usadas (o no usadas, que hay escritores inexpertos que omiten de plano esta función y las quitan, o por mejor decir, nunca las ponen) pueden crear unas terribles confusiones en quien lee el escrito producido y se le obliga a entender una cosa muy diferente de la que se quiso decir o, también, se entendieron correctamente las intenciones pero también se captó la torpeza con que se procedió. Sea por caso el siguiente ejemplo: Luego me dijeron que era la criada, pero nunca me ha producido impresión más desagradable una filipina.
Este texto procede de una novela española muy popular en los años noventa del pasado siglo en aquel país. El que habla es un personaje de clase alta que mira con desprecio a los extranjeros, aunque se sirva de ellos. Lo primero que detectamos es que el enunciado no funciona bien, algo anda mal ahí, incluso, podríamos pensar que le faltaron algunas palabras. Después de un nuevo repaso descubrimos que el problema está en el uso de “pero”. Como se sabe, este conector se utiliza para indicar en la segunda parte de la proposición una idea contraria o que se opone a la dicha en primer término; bien usado se podría construir la siguiente oración compleja: tenía frío pero no me puse el suéter. Como se puede comprobar, la oración simple del lado derecho se opone a lo dicho en la oración del lado izquierdo. Por esa causa, a este tipo de conectores se les conoce como contraargumentativos. Al analizar el ejemplo inicial descubrimos que la segunda parte del enunciado no se opone a la primera, incluso, no guardan ningún tipo de relación y cada una de las partes va por su propio camino, por lo tanto, ahí no se debería usar ningún conector o, a lo sumo, uno de tipo digresivo, como “por otro lado”. Estos marcadores del discurso digresivos permiten cambiar radicalmente de tema sin violentar tanto la sintaxis, por lo tanto, el enunciado podría quedar más o menos así: Luego me dijeron que era la criada; por otro lado, he de decir que nunca me ha producido impresión más desagradable una filipina.
Un tercer problema escritural originado en el uso torpe de los conectores está relacionado con la tendencia a reducir el amplio número de familias conectivas que existen. Quienes así proceden hacen de su escritura un pigmeo, pues se obligan a encajonar todos los casos en tres o cuatro grupos; esto provoca un gran empobrecimiento escritural y comunicativo. Veamos.
Existe una veintena de familias nexuales, que van desde el agrupamiento de los aditivos, (éstos, los conectores aditivos, permiten añadir más información a lo ya dicho) o los de cierre discursivo (facilitan que le podamos avisar al lector que nuestro escrito va a concluir) o los de advertencia (reclaman una mayor concentración del que nos lee) o los de corrección o matización, (permiten corregirnos a nosotros mismos y de tal manera formular con palabras muy diferentes nuestras ideas respecto de cómo nos íbamos explicando) o los organizadores de la información (facilitan y desenredan los datos que vamos vertiendo cuando éstos son muy complejos o tienen muchas subdivisiones). En fin, toda esa riqueza de conectores causales, condicionales, de ejemplificación, énfasis, explicación, intensificación, etc., etc. se pierde. Reducimos nuestra expresión escritural al uso de tres o cuatro familias; las más socorridas son la de los aditivos, los contraargumentativos y los causales. Un buen redactor debe diversificar y enriquecer sus escritos, no encasillarse en una o dos fórmulas que lo constriñen y limitan.
Finalmente, mencionaré un cuarto caso del uso inapropiado de los conectores, y tiene que ver con la puntuación. Muchos conectores (es difícil sostener que la mayoría, así que sólo insistiré en que muchos), exigen que utilicemos puntuación, ya sea antes del conector o después del mismo, y en otras ocasiones, en ambos lugares. Reléase el ejemplo de la novela citada y de cómo lo resolvimos. Obsérvese que puse coma después del conector y punto y coma antes del mismo. Con mucha frecuencia, el que escribe deja flotando los nexos sin usar puntuación alguna, como peces muertos en aguas muy contaminadas. El que escribe está obligado a revisar con sumo cuidado sus enunciados y cuando lo hace puede descubrir que, con mucha frecuencia, un conector bien utilizado --bien interpretada su función--, le va a demandar algún tipo de puntuación, ya sea una simple coma después, como sucede casi siempre con los conectores de conclusión, o punto y coma antes y coma después, como en el ejemplo ya dicho.
Final, final. El uso inapropiado de los conectores y la corrección de tal vicio es un asunto muy complejo y sin duda está relacionado con otros varios problemas escriturales, como la pérdida del sujeto, el encabalgamiento, la lluvia de ideas, la falta de sentido lógico de los enunciados, etc., etc. A continuación, unos ejemplos de enunciados en los que se usaron de manera inapropiada los conectores; como el lector podrá percatarse, estos casos son complicados porque el asunto está relacionado, también, con otros problemas escriturales.
En los ejemplos que siguen no es el menor problema que el que escribió ni siquiera se dio cuenta que había en sus enunciados varios problemas escriturales gravemente entrelazados. A Charles Baudelaire se atribuye aquella escalofriante expresión de que el poder más grande que tiene el demonio radica en que muchos no creen que exista. Guardadas las proporciones soy de la opinión de que los problemas escriturales como el del uso erróneo de los conectores está relacionado con que mucha gente cree que no comete tales dislates, que esos problemas no existen. Sin duda, esta idea también es escalofriante. Lea el atento público que nos ha seguido hasta estas líneas finales no sólo los ejemplos, sin los paréntesis aclarativos y le será más evidente lo que quiero decir.
·         Ya tenía cinco días que no la veía [a la novia] y la había echado de menos (usó un conector aditivo [“y”] y debió usar uno causal)
·         Él apetecía comerse algo caliente, pero no tenía ganas de levantarse otra vez. (usó uno contraargumentativo [“pero”] y debió usar uno causal, amén de que dio varias cosas por entendido)
·         Yo tenía que tomar una decisión, pero la he tomado (usó uno contraargumentativo [“pero”] y debió usar uno causal)
·         Era un sábado por la noche y Paola estaba encerrada en su casa (usó uno aditivo [“y”] y debió usar uno contraargumentativo, además de dar por entendido algunas cosas)
·         Desde el 11 de septiembre el terrorismo recobró importancia ya que atacó a la potencia mundial. (varios problemas juntos que ni poniendo un conector digresivo se resolvería en parte)

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