Discriminación y racismo en la lengua
La
discriminación social o racial, o ambas, me parece, son de rango universal y en
todas las culturas existe este desprecio (quizá velado temor) por el otro, ya
sea por fuereño ya por desposeído. Es como decirle: “no eres como yo y eso es
malo para ti; bueno fuera que te mimetizaras a mi grupo, pero como eso no es
posible, me gustaría que desaparecieras o mejor aún, yo mismo fulminarte”.
Esta
condición subyace en las culturas, y las respectivas lenguas reflejan y
reproducen esa discriminación. No es que el habla por sí misma sea racista o
sexista o machista o misógina; es la sociedad en cuestión la que utiliza tal o
cual lengua la que lo es. Las lenguas muestran lo que las sociedades son. Por
ello es que hay expresiones en el español (y también en el inglés o en el
náhuatl) que son racistas o sexistas, pero no al revés. El español per se
(y lo mismo el náhuatl o el inglés) no es racista o machista, aunque haya
sociólogos de pacotilla que lo afirmen; no saben de lo que hablan. Por ello es
risible que un partido político español dejó de llamarse Unidos Podemos y ahora
se llama Unidas podemos. ¡Hay cada locura en el mundo! Por supuesto que eso no
les quitó lo machistas (si es que lo son, que de eso no opino porque lo
ignoro), porque desde su fundación su líder es un hombre y difícilmente dejará,
mientras tenga vida, el cargo a una mujer. Por supuesto que es lógico que la
gente se pitorree de este líder cuando dice ahora (antes no) que ellas en
Unidas Podemos opinan esto y esto otro.
Con
las cuestiones del racismo y la discriminación racial y social pasa algo
similar a lo que venimos explicando. Como nuestro país es racista con los
indios y discriminador con los pobres, el español que hablamos en México está
plagado de expresiones que muestran a las claras tal enfermedad. Por ello nada
extraño es que alguien le grite con sorna o soto voce, porque algo teme, el muy
despectivo “cuico de mierda, no sabes con quién te metes”, a un policía que
intenta infraccionarlo por tal o cual culpa cívica, y al mismo tiempo que le
insulta ferozmente con estas palabras, le esgrime en los hocicos su teléfono
celular para filmarlo, aunque no traiga pila, para dejarle patente quién es en
ese sainete el que más poder tiene. Y es que cuico significa, entre
otras cosas, pobre. Y sí, por desgracia, el oficio de policía en nuestro
país está lastrado por muchos males, y uno de ellos es que esa especie de
tablita de salvación (es una metáfora piadosa) para la miseria y la indigencia
es usada por hombres y mujeres muy humildes, por los llamados pobres de
solemnidad, que aceptan desempeñarlo. Y sí, la palabra cuico es de
una violencia y una majadería sin cuento. ¿Dónde está el tan terrible insulto?
¿En la palabra misma o en la persona que la utiliza como látigo? Sin duda no en
los sonidos, sino en los sentimientos, en las mentes. La palabra por sí misma
es inocua, tan lo es, que en ciertos lugares de Sudamérica ha dejado ese
sentido (que lo tenía) y se ha trasladado al campo semántico contrario; en ciertas
regiones de Bolivia también significa rico, adinerado, ser platón.
Sin
duda el mal se llama “clasismo” y no “lengua clasista”. Hay millones de
mexicanos que por pertenecer a cierta clase media, media alta o alta, se
sienten superiores a la inmensa mayoría de nacos que pululan en nuestro
país, que forman las clases bajas y que son la inmensa mayoría de la población.
Y
aquí tenemos otra palabra que nos da pie para mencionar el otro tema del que
queremos hablar hoy: el racismo contra los indios, más feroz y más oculto y más
fuertemente enraizado en nuestro ser. Naco es sinónimo de indio salvaje del
norte, porque este vocablo se utilizaba para identificar una etnia sonorense
asociada a los ópatas. No hay vocablo más feroz e insultante que aluda a la
condición india ( y vaya que sí hay
decenas y decenas de palabras asociables
a los pueblos y las culturas indígenas, que son insultos) que éste, y de tal
manera lo es y está tan universalizado, que se le lanza a quien sea, aunque el
aludido sea un mestizo medio empanizado de ojos claros; eso no importa, la raza
es lo de menos, igualar a la persona con indio salvaje es lo importante, aunque
el insultado sea un criollo de ojos verdes. Y no es la única palabra con este
sentido, la etnia veracruzana, totonaca, se usa con la misma intención, aunque
no es tan sonoro el insulto. Y en general, con simplemente decirle a alguien: ¡Eres
un indio!, ya se le está rebajando, cosificándolo, embruteciéndolo,
animalizándolo.
Esta
palabra es de tan poderosa fuerza que es un verdadero bumerang, que va y
regresa impactando al que lo dice, porque nuestro país está poblado en su
inmensa mayoría por mestizos y hay en nuestra sangre, algo así como el 95 por
ciento de sangre india. Tan indio es al que se le endilga como el que lo
pronuncia.
¿Qué
hacer? No lo sé. Soy pesimista al respecto. Pero en cuestiones de la lengua,
podemos opinar que la observación de nuestra forma de hablar es la clave de
todo. Invito al amable lector que se fije más en las palabras que usa, con
seguridad descubrirá la gran cantidad de vocablos insultantes que utiliza para
descalificar o denigrar con el que habla. Está bien si de eso se trata, pero no
olvidemos que no es necesario ser racista ni clasista para insultar. Un sonoro
y bien dicho tasajo verbal funciona muy bien cuando se dispara en defensa
propia, no son necesarias las comparaciones raciales o sociales para ser más
efectivos en la manera en como insultamos.
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