Neologismos del español en otras lenguas: macho/machismo
El español ha dejado en otras lenguas
algunas palabras que éstas han precisado de tal novedad pues su léxico no las contemplaba.
Eso es un proceso normal y frecuente. Todas
aquellas lenguas que están en contacto constante hacen este tipo de
intercambios. Por la presencia generalizada del inglés en la vida moderna, esta
lengua presta palabras a nuestra lengua con mucha frecuencia. Un fenómeno muy
notorio es la palabra ok (oquei), que prácticamente ha pasado a toda lengua
moderna.
En
el caso de préstamos del español a otras lenguas mencionemos tres que están más
o menos universalizadas: liberal, guerrilla, macho. Las dos primeras se
generalizaron en inglés, francés o alemán, en el siglo XIX. Fenómeno más
reciente (propio del siglo XX) es el préstamo que hicimos de la palabra macho.
De ella hablaremos en esta ocasión.
Esta
palabra evolucionó del latín masculus. Duplicó su uso, pues en el
español actual tenemos la evolución macho y el cultismo masculino.
Por otro lado, ha sido muy rica en significados, pues en el Diccionario de
Autoridades registra dieciséis sentidos que en el siglo XVIII se daba a esta
palabra. Por su parte, el moderno y prestigiado lexicón de María Moliner
presenta veinte diferentes entradas.
Tres
son los significados que aquí destacaremos principalmente. En primer término,
el más lato de sus sentidos: macho significa masculino, es decir, lo
contrario a hembra (femenino), y aunque su uso puede ser coloquial
(macho versus masculino), es cabalmente neutro en cuanto a sus posibilidades de
uso en una norma medianamente culta. Por ejemplo, un usuario de la lengua puede
decir en un español perfectamente estándar, sin matiz alguno de coloquialismo
que: Las pruebas de laboratorio en cobayas machos suelen ser más complejas.
Macho,
en segundo término, es un adjetivo que significa muy viril, muy fuerte, muy
resistente. Así, se puede decir: ese boxeador, aunque ya se veía derrotado, se
comportó muy macho hasta el final del combate. En tercer lugar, macho quiere
decir estéril cuando se refiere (en determinado contexto) a los mulos. Es una
pena que los machos no se puedan reproducir, porque su laboriosidad es
admirable.
Es
el segundo sentido, macho como muy viril, el término que salió de nuestra
lengua y fue adoptado en otras para significar eso, un hombre particularmente
notable en su condición masculina o de fuerza o de musculatura, etc. Por
cierto, en español se puede decir con malicia que un hombre es muy macho, no
sólo para aludir a su peculiar fuerza o valentía, sino también a una velada
esterilidad.
Hay
polémica en cuándo, cómo y a qué lengua se hizo el dicho préstamo. Algunos
especialistas creen que fue al léxico académico alemán a donde se incorporó
primero la palabra macho del español, con ese sentido de muy viril.
Sea cierto esto o no, la verdad es que la palabra ha tenido mucho éxito en el
habla coloquial del inglés y es quizá en esta lengua y este contexto donde más
se la use.
Por
otro lado, el préstamo fue doble, pues junto con macho, se exportó machismo.
Los derivados es otra de las riquezas de esta palabra. Tiene varios, (machista,
machismo, machada). Digamos en primer término que el sufijo -ismo tiene la idea
de tendencia, partido político, ideología, moda, estilo artístico, etc. En alemán, inglés, francés y también en
español, machismo es un término despectivo, a diferencia de macho,
que es elogioso (en el sentido que acabamos de explicar). Como todos sabemos,
machismo significa sexismo, prejuicios, discriminación contra las mujeres, etc.
Digamos,
también, que este préstamo de nuestra lengua a otras, se ha fusionado en una
sola. Es decir, no es necesario diferenciar macho de machismo,
pues con sólo usar la primera, ya se está diciendo la segunda. Y eso sucede
tanto en las otras lenguas como en la nuestra. Es decir, una persona puede
acusar a otra de “ser un macho”, y no está elogiando su fuerza física,
sino le está reprochando su mentalidad sexista.
En
efecto, que el campo semántico de las palabras se modifique es un fenómeno muy
recurrente en la lengua; que ese campo cambie radicalmente para pasar de lo
blanco a lo negro, tampoco es extraño, sino muy recurrente. Podríamos citar
muchos casos, pero pensemos en el coloquial buey, que de ser un duro
insulto en los años setenta del pasado siglo, en nuestros días carece de toda
fuerza; y eso es lo que pasa con macho, pero al revés: de ser un término
elogioso se ha convertido en una palabra que descalifica.
En
fecha reciente, y para concluir estos comentarios, escuché a un periodista usar
erróneamente estos cambios semánticos de la palabra macho. Ignoro si lo hizo
con mala voluntad o en verdad se confundió. Para decirlo rápidamente,
descalificó al presidente López Obrador acusándolo de machismo por no
usar cubrebocas en sus conferencias matutinas.
Como
puede observar el lector por lo que acabamos de explicar, se puede calificar a
alguien de macho, por negarse a usar medidas de precaución en su salud,
pero no se puede ser machista, es decir, discriminador de las mujeres,
por no usar cubrebocas.
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