No la puedo/me sabe
XX
En
Minucias del lenguaje el doctor José Moreno de Alba revisaba un caso
curioso de construcción lingüística que escuchó en Tepic. Una persona dijo “no
la puedo”, refiriéndose a un bulto pesado y que quería decir con esa expresión
que no lo podía cargar.
Le parecía al eminente gramático que la expresión era
propia de una habla regional y que no recordaba haber escuchado un uso similar
en la zona central del país (Ciudad de México). En efecto, tenía razón, la
expresión “no la puedo”, se usa también en esta zona del sur de Jalisco cuyo
centro es Ciudad Guzmán y también es posible escucharla en el estado de Colima.
Por ello, podemos atribuir esta construcción a un área más amplia que la ciudad
de Tepic y sus alrededores.
Es probable que toda esta zona occidente del país
comparta este uso y forme parte de una norma más o menos común de esta parte de
nuestra geografía. No sería extraño, pues la zona que comprende Nayarit, Sur de
Jalisco, Suroeste de Michoacán y Colima compartimos muchos fenómenos y usos
lingüísticos y culturales.
La interpretación más sencilla (y la explica el doctor
Moreno de Alba) implica decir que hubo ahí un verboide elidido y que cuando la
persona dice “no la puedo”, debemos interpretar como “no la puedo cargar”. No
obstante no le dejó satisfecho decirlo así, pues agregó: La construcción “no la
puedo” tiene, al menos, dos posibles explicaciones. Una sería la supresión, por
parte del hablante, de un infinitivo que podría ser cargar, levantar, soportar,
etc.: “esta canasta está tan pesada que no la puedo (cargar)”. El inconveniente
de este análisis, entre otros, sería el hecho de que son muchos los infinitivos
que el hablante pudiera eludir y, en tal caso su reposición, por parte del
analista, resulta necesariamente arbitraria.” Hasta aquí las palabras del
doctor Moreno de Alba.
La objeción, sin duda es poderosa y no argumentaremos en
contra de ella. Faltaba más que yo le enmendara la plana a tan eminente
filólogo. Sólo quiero utilizar estas líneas para asentar que en fecha reciente
y en la misma zona geográfica, concretamente en la ciudad de Colima escuché a
una persona usar una construcción semejante. Posiblemente ambas puedan
interpretarse de manera parecida.
Un hermano mío interrogó a su esposa que tomaba un poco
de sol en los pasados días que habían sido peculiarmente fríos. Dijo, sin
agregar más, y por ello hay que entender que utilizó el contexto situacional:
¿por qué te quedas ahí?, ¿te sabe? Ella respondió un tanto sorprendida pero
captando plenamente el mensaje: sí, me sabe.
Ambos lo dieron por entendido, sin problema alguno de
comunicación, prueba de que es una construcción habitual, una palabra que,
sustituida por el análisis podía ser: rico, bien, sabroso, etc.
Como en el ejemplo
explicado por Moreno de Alba, las palabras que podrían suplir la falta son
varias y eso implicaría la misma arbitrariedad que ya explicó el académico, la
diferencia radicaría que en este caso ninguna de las palabras candidatas a
suplir la falta sería un verboide, como lo es en el caso inicial, incluso,
podríamos tener que ampliar todo el mensaje elidido pues implicaba: ¿Te sabe
rico quedarte al sol? O la consabida respuesta: ¡me sabe rico quedarme al sol!
Sea cual fuere la solución, me parece que ambas estructuras
(no la puedo y me sabe) me da la impresión que unen un mismo fenómeno muy
lógico de la lengua y que se utiliza mucho y en muchas situaciones: aprovechar el
contexto para eludir ciertas partes de la construcción lingüística, que por ser
evidentes el hablante se quiere ahorrar. Es decir, la circunstancia es
suficientemente explícita como para no necesitar construir todo el mensaje sino
sólo parte de él y el interlocutor por medio de la inferencia y del uso repone
lo faltante.
Va
pues esta posible interpretación no tanto con la intención de que el lector la
acepte como verdadera sino como ejemplo claro de cómo funcionan los mecanismos
del habla que son muy diferentes a los de la escritura. Es decir, cuando
hablamos, utilizamos el recurso del contexto y éste forma parte del mensaje.
Cuando escribimos como hablamos tenemos la tendencia a hacer lo mismo, pero lo
que es correcto en el habla es una incorrección en la escritura y quizá estos
dos ejemplos me dan la razón.
Invito
a nuestros lectores que, cuando escriban eviten este desagradable uso: redactar
como se habla, porque se corre el riesgo de que el mensaje llegue trunco al
lector, o peor aún, simplemente no se nos entienda lo que queremos decir.
Queden ambos casos como modelo de lo que sí podemos hacer cuando hablamos y qué
debemos evitar cuando escribimos.
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