Párrafos muy extensos
XXII
Dice Jorge Luis Borges en su
cuento “El Aleph” que cuando vio por primera vez esa esfera mágica quedó
demudado, porque pudo ver al mismo tiempo un sinnúmero de hechos y paisajes, luego
aclara: “Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo,
porque el lenguaje lo es”. Quisiera ahora hablar de esta idea de simultaneidad en oposición a la idea de
lo sucesivo, no para oponer visión a
lenguaje sino habla a escritura. Me explico.
En estos menesteres de impartir clases de
redacción me he topado con que uno de los vicios escriturales más difíciles de
vencer en los alumnos es la lluvia de ideas. Varias son las circunstancias que
contribuyen a la permanencia de tal vicio en las personas que escriben;
incluso, lo he visto en quienes están habituados a tomar con frecuencia la
pluma. Hoy hablaré de dos de las causales de por qué muchos escritores
inexpertos no pueden resistirse a caer en tal bache, me refiero a las largas
proposiciones y a los largos párrafos.
Lo primero que he de decir es
que quizá los dos asuntos en realidad es uno solo, y radica tal defecto en que
nos precipitamos a querer decir todo a un mismo tiempo y eso produce largas
parrafadas y largos enunciados. ¿Por qué la ansiedad de querer escupir
todo a la vez induce al alargamiento? Yo creo que es la inseguridad. Dejamos
que el fluir de los pensamientos que nuestra mente transforma en palabras
pensadas a la velocidad de la luz, se plasmen ipso facto en el papel en palabras escritas. Y eso es imposible.
Veamos por qué.
Como ya dije, las palabras
pensadas surgen con una gran velocidad, brotan caótica y desordenadamente de
nuestra mente y no debemos intentar escribirlas como si estuviéramos dictándole
a una grabadora, entre otras causas, porque la correcta escritura tiene una
manera muy diferente, y yo diría, contraria, de discurrir de como lo hace el
pensamiento. Éste es espontáneo, aquella premeditada; el segundo caótico, la
primera ordenada; el uno impulsivo, la otra planificada. En fin, las palabras pensadas son simultáneas como
el aleph, la correcta escritura, sucesiva,
como el habla.
Cuando un alumno me entrega
largas parrafadas ha actuado imprudentemente. Y debo reconocer que en ese
charco se embarran muchísimos, inclusive los expertos. Jóvenes que estudian la
carrera de letras y que por eso suponemos que deben escribir bien, me han
entregado párrafos de media cuartilla, tres cuartos, una cuartilla y hasta más
extensos. Sólo al verlos –no necesito leerlos para darme cuenta de que aquello
es un batiburrillo– me doy cuenta de que no han sabido evitar caer en el fango
de ese vicio, digo que me doy cuenta de que el estudiante ha ido y venido de un
asunto al otro sin orden ni concierto.
A las pruebas me remito. Veamos este
ejemplo de un párrafo de media cuartilla. “Esta
novela del español Enrique Vita-Matas es ante todo una reflexión sobre la
escritura y la literatura. La llegada tardía del protagonista a la literatura,
quien pasara veinticinco años renegando de todo interés cultural o artístico,
da pie a una exploración de libros, autores, citas y referencias no solo literarias, sino también musicales y
cinematográficas. Asimismo, a lo largo de las páginas y en voz de su protagonista, Vita-Matas
plantea las preguntas: ¿no es la vida que nos contamos literatura en sí misma?
¿no es la selección que hacemos de ciertos momentos de nuestro pasado similar a
to que hace un escritor que elige soto ciertas escenas para contar una
historia? ¿el tiempo no degasta nuestro recuerdos y en consecuencia nos vemos
forzados a inventar, aunque sea un poco,
nuestra visión del pasado? Esto queda patente en el siguiente pasaje: "Me
dedico a contarme a mí mismo mi vida. Eso es todo. [...] a mí me parece que la vida en sí no existe. [...] Yo
pienso que para apresar y comprender la
vida hay que contarla, aun cuando sólo sea a la amohada o a uno mismo" (Vita-Matas
164-5). De la misma manera, esta reflexión queda sobre la mesa cuando Enrique
visita a su vecino dentista y se percata de que ahora se restringe a contar
solamente algunos episodios de su vida ra1y como los ha escrito en el cuademo
de los tres tucanes: Enigmático me ha parecido cierto fenómeno que se estaba
apoderando de mi voluntad y que en ese momento he detectado. Me refiero al
hecho de que yo hasta ese momento en l a terraza uo había contado nada que no
estuviera escrito ya en este cuaderno de los tres tucanes"(72).
Entonces,la línea que separa entonces el pasado (la vida vivida) y la
literatura (la vida contada) se difumina”.
Lo primero que salta a la vista
es que los tipos de errores cometidos por quien lo escribió son muy variados,
no sólo lo aqueja el que se hacen enunciados y párrafos muy largos, tampoco hay
orden en las ideas y se cometen muchos maquinazos, lo cual revela que no fue un
escrito revisado y corregido. Lo más probable es que se escribió y se imprimió
sin siquiera una lectura de protección. Y eso, debemos reconocerlo, es un vicio
muy recurrente: escribir y no corregir. Un texto bien escrito debe de corregirse,
tres, cinco, diez veces, todas las que sean necesarias.
En cuanto al ejemplo, veamos la
primera proposición (entendemos por esto todo elemento separado por punto y
seguido), está bien en cuanto a su longitud, es una línea más tres palabras,
pero la segunda son casi cuatro líneas y la tercera son más de cinco. Si
fijamos nuestra atención en estas dos últimas, nos daremos cuenta de inmediato
que el autor alargó los elemento y no concluía la oración, yuxtaponiendo nuevos
elemento, todos ellos encabalgados.
¿Qué hacer ante estos vicios de
redacción? Lo primero, hay que decir que son muy difíciles de erradicar, muchas veces he topado con muros
realmente infranqueables; hay alumnos que se resisten al cambio de punto de
vista; y claro, esto tiene que ver con que implica esfuerzo, paciencia y
dedicación, y muchos estudiantes no están dispuestos a hacer estas concesiones;
algunos, a lo más, aceptan que esta redacción es atroz, pero al mismo tiempo
afirman que no tiene caso escribir bien, que eso no sirve para nada. Es
evidente que quien asume esa posición a la defensiva está imposibilitado para
hacer que progrese su escritura; como dice el refrán, no hay peor ciego que el
que no quiere ver ni peor sordo que el que no quiere oír. Y es verdad.
Por lo tanto, van aquí algunas
mínimas recomendaciones que pueden ayudar en el buen propósito de hacer un
cambio. Primero, tomar como una meta deseable, aunque no siempre fija, el
limitarnos en la extensión de nuestros párrafos. Digámoslo así:
En una cuartilla à Un párrafo, nunca
En una cuartilla à Dos párrafos, no es deseable
En una cuartilla à Tres párrafos, estaría bien
En una cuartilla à cuatro párrafos, es lo deseable, pero no es obligatorio en
todas las páginas que se escriban
En una cuartilla à Cinco párrafos, puede ser, pero no abusar
En una cuartilla à Seis párrafos, no es deseable
En una cuartilla à Siete párrafos, nunca
Insisto en dos aspectos:
primero, estamos hablando de textos formales como los que escriben los alumnos
para sus profesores en la universidad, no de escritores expertos en la creación
literaria; segundo, estos principios son como una línea semejante al horizonte,
que según nos aproximamos a ellos (a estos principios) se pueden alejar de
nosotros y eso no nos debe preocupar, podemos dejar esa hipotética cuartilla
así, pero en la siguiente hoja ya no debemos cometer ese descuido. Y lo mismo
podemos decir para la extensión de las proposiciones. Veamos.
Una proposición à media línea, está bien pero no es muy frecuente
Una proposición à Una línea, está bien
Una proposición à dos líneas, es lo estándar
Una proposición à tres líneas, puede ser, pero hay que cuidar la lógica y los
verbos
Una proposición à cuatro líneas, también puede ser, pero a lo mejor habría
otras opciones
Una proposición à cinco líneas, se está entrando en terreno peligroso, ¿Eres
muy ducho para escribir?, pues déjala; si no te sientes tan hábil, es mejor que
la partas en dos.
Una proposición à seis líneas, mejor es que lo pienses, es muy probable que
eso sea una lluvia de ideas.
Una proposición à siete líneas, mejor es que no
Una proposición à ocho líneas, nunca
Dicho de otro modo, y para
concluir e ir a lo seguro, que tus proposiciones sean de cuatro líneas máximo,
y no todas las veces. Nada de lo aconsejado aquí es infalible, pero con la
práctica y la observación se termina por dominar la extensión de los párrafos y
las proposiciones.
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