Venimos vs. vinimos
XXXII
Es sabido
por todos los que estamos interesados en estos temas del uso correcto de la
lengua, que los llamados verbos irregulares son motivo de quebradero de cabeza
en aquellos hablantes interesados en hacer un uso apropiado de nuestro idioma.
Estos verbos tienen cierta “anomalía” para conjugarse. Es decir, que el usuario
de la lengua está acostumbrado a utilizar determinada fórmula para indicar los
matices de la acción verbal que quiere utilizar y lo aplica inconscientemente,
es decir, de manera no premeditada, sino mecánica. Sólo cuando media la
reflexión puede el hablante darse cuenta si ha cometido un dislate en el
momento de emitir sus palabras o redactar un texto.
Por ejemplo,
si alguien dice: “no creo que ese chamaco escarmente en cabeza ajena”,
casi de inmediato (no siempre), se corrige y cambia por “No creo que ese
chamaco escarmiente en cabeza ajena”. ¿Qué fue lo que pasó aquí? ¿En qué
radica el uso incorrecto? Pues en que el hablante intentó conjugar el verbo escarmentar
como si fuese un verbo regular y no lo es. Y eso se nos hace muy evidente
cuando lo escuchamos en los niños que con mucha frecuencia, porque inician el
aprendizaje de las normas de la lengua, tienden a construir todas las
conjugaciones verbales como si fuesen regulares. ¿Cuántas veces no hemos oído
decir a un niño: “¡Mira cómo volo!”? Y claro, no faltará el adulto que
le corrija y le explique, “no se dice volo, se dice vuelo”.
Así pues la
irregularidad en la conjugación de unos verbos consiste en que alguna vocal de
la raíz de la palabra (lexema) se modifica pues la e se cambia por i
o al revés, o porque el diptongo se deshace, o al revés; o también, que hay una
sola vocal pero en algunos tiempos y personas verbales diptonga, y en otras no.
Por ejemplo, si la raíz del verbo educar es educ pues todas las
combinaciones de modos tiempos y personas esa “u” debe permanecer, como en
efecto permanece, y así decimos: educo, educaba, educaré, educa,
eduque, educad, etc. Mientras que en el verbo escarmentar
no siempre se respeta su raíz (escarment) pues en ocasiones se conjuga
con la e, pero en otras con el diptongo ie. Veamos en esta tabla,
para mayor claridad con los dos verbos, el regular y el irregular.
Educar (regular) |
Escarmentar (irregular) |
||
Presente de indicativo à
|
educo educas educa educamos educáis educan |
Presente de indicativo à
|
escarmiento escarmientas escarmienta escarmentamos escarmentáis escarmientan |
Presente de subjuntivo à
|
eduque eduques eduque eduquemos eduquéis eduquen |
Presente de subjuntivo à
|
escarmiente escarmientes escarmiente escarmentemos escarmentéis escarmienten |
Como se ve
en esta tabla, con los dos tiempos verbales transcritos de cada caso, se hace
evidente que en el verbo regular la vocal en cuestión –la u– se mantuvo
en las doce combinaciones, mientras que en el verbo irregular la vocal e
se cambió por el diptongo ie diez veces y en las otras dos, no hubo
alteración. Por ello es que no debe extrañarnos que algunas personas, al usar la primera persona del presente de
subjuntivo del verbo escarmentar, digan escarmente y no escarmiente.
Lo que se está haciendo es aplicar la regla general. En una ocasión el
presidente López Obrador decía en broma: Pues yo ya no hayo cómo darle gusto a
la oposición, porque a veces me acusan de que me como las letras al hablar (Mis
amigo’ en lugar de decir Mis amigos) y en otras que se las pongo
de más ( vinistes por viniste). En efecto, es una broma y como
tal la debemos tomar; ya habrá ocasión de que expliquemos el accidente de la s
en la segunda persona del singular del pretérito de indicativo (amastes,
cantastes, trujistes, dijistes, etc.), tan válidamente
usado por los grandes autores barrocos del siglo XVII como Cervantes, Góngora,
Quevedo o Sor Juana, y hoy en desuso y desprestigiado.
Pues esta
peculiaridad del verbo español da como resultado que su uso sea complejo para
los hablantes nativos y muy complejo para quienes estudian el español como
segunda lengua. Algunos chinos, alemanes o rusos se desesperan por las
dificultades de la conjugación de nuestro verbo y es para comprenderlos, porque
si para nosotros, hablantes nativos, se nos dificulta, bien vemos el ángulo
desde el que los extranjeros lo miran.
En fin, no
nos espantemos, veámoslo desde el otro ángulo (el optimista). La Real Academia
dice en su Gramática descriptiva, que la inmensa mayoría de los verbos
españoles, algo así como el 90%, son regulares, y sólo una pequeña porción
(lógico es decir que un 10%) presentan esta peculiaridad de ser irregulares. A
esto agreguemos lo que afirma el eminente gramático venezolano, orgullo de
estas tierras americanas, Andrés Bello, de que las irregularidades no son tan
caprichosas como podría creerse, sino que entre ellas tienen cierta armonía,
cierta lógica común. Así lo resume la Academia: “las alternancias de las formas irregulares respecto a las
correspondientes del paradigma regular coinciden con una determinada
distribución del acento”.
Trataré de
decir de la manera más resumida posible los diversos agrupamientos que podemos
hacer. Un primer conjunto de verbos irregulares sería aquel al que agregamos un
fonema gutural; tal es el caso de traer, que al conjugarlo en primera
persona de singular de presente de indicativo, decimos traigo y no traeo.
Un segundo grupo serían aquellos que diptongan una vocal; así sucede con contender,
que conjugado se dice contiendo y no contendo. Un tercer grupo es
el de los casos en que se cambia la vocal e por la i; de concebir
conjugamos en presente concibo y no concebo. Un cuarto
agrupamiento se constituye con aquellos verbos a los que consonantizamos (es
decir, hacemos consonante) una vocal; del infinitivo argüir pasamos al
presente arguyo y no arguo. Un quinto lugar esta ocupado por los verbos
a los que les intercalamos una consonante; de andar pasamos a anduve
y no andé. Para finalizar este repaso, mencionaré el grupo de los que
pierden una vocal; tal sucede con caber que se conjuga cabré y no
caberé.
Independientes
a estos cinco conjuntos estarían aquellos verbos irregulares que tienen varios
accidentes en su conjugación, ya que tienen dos o más variantes para concertar;
quiero decir, que no todos surgen de una misma raíz, sino que en ellos se puede
detectar dos o más orígenes. Tal es el caso del verbo ir, que se conjuga
con su raíz de infinitivo en el tiempo futuro de indicativo cuando decimos
iré, pero también tiene voy en presente, he ido en
antepresente o fuiste en pretérito simple.
Pues bien, de
entre los verbos irregulares –lo digo para ir concluyendo y para explicar el
ejemplo que le da título a este artículo–, tenemos una docena que presentan al
hablante una dificultad infranqueable. Me refiero a casos como forzar,
que mucha gente escribe y pronuncia forces, en presente de subjuntivo, y
no advierten que debe diptongar como otras personas y tiempos diptongan
(fuerce, fuercen, fuerzo) y en consecuencia debe escribirse, por ejemplo, “No
es necesario que fuerces la chapa, pronto llegará el cerrajero” en lugar
de “No es necesario que forces la chapa, pronto llegará el cerrajero”.
El verbo venir
les presenta dos graves dificultades a muchos hispanoparlantes nativos y por
ello es que con frecuencia meten la pata. Una es que se resisten a cambiar la e
original por una i que es el tercer grupo antes aludido. Es decir, que
en el infinitivo, cuando lo conjugan en segunda persona de pretérito simple, dicen
y escriben veniste, como si fuese un verbo regular; pero no lo es, y por
lo tanto tendremos que decir y escribir siempre viniste. A esto agreguemos
el caso de la s en segunda persona que ya aludimos, y así, muy arcaizantemente
hay personas (más del ámbito rural) que dicen venistes. Pues ya digo, ni
una ni otra, debemos aferrarnos a viniste, aunque se nos dificulte.
Finalmente
está el curioso fenómeno de ultracorrección que implica la primera persona del
plural del presente de indicativo que debe construirse con e, y así
decirse y escribirse venimos, pero muchas personas se resisten a usarlo
porque deducen que como verbo irregular que es, debemos quitar esa e y
poner una i, como en viniste, y por eso se corrigen y corrigen a
los demás diciendo: “no digas venimos, sino vinimos”. Pues oh, sorpresa, las
dos formas son correctas, pues con la i en lugar de e se
construye el pretérito simple; por lo tanto es correcto decir:
A traerles
este regalo venimos [hoy] à presente de
indicativo
A traerles
ese regalo vinimos [la semana pasada] à pretérito de indicativo
¿Qué es lo
que sucede con tanto enredo? Entre otras cosas, que mutilamos la expresividad
de nuestra habla y nuestra escritura porque los dejamos de usar (en el mejor de
los casos) y, además, caemos en una confusión de tiempos verbales terrible,
pues en estas dos oraciones nos es imposible saber si están en presente o en pretérito;
sólo es que nos parecen un calco una de la otra; una –pensamos torpemente – es
correcta y la otra incorrecta. En consecuencia para “sentir” o “remarcar” la
idea de tiempo presente o pretérito tenemos que agregar el adverbio o la frase
adverbial que puse entre corchetes. Y no se extrañe el lector de que una vez
incluidas las dos partículas adverbiales, las oraciones las construyamos con vinimos,
lo cual hace un dislate en el caso del presente, pero nosotros tan campantes y
felices (como el rey que camina desnudo por la calle) de que pudimos sortear el
bache si escribimos: “a traerles este regalo vinimos hoy”.
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