Prometer vs. jurar
Hace
ya algunos años, quizá diez o más, se ha ido generalizando el gusto por
sustituir la palabra jurar y usar en su lugar prometer. Dicha
moda, porque creo que es eso: una moda, se ha impuesto sin ton ni son, y de tal
manera es poderosa esta inclinación en muchos hablantes de la lengua, que
parece que el objetivo es erradicar la primera y hacerla desaparecer de nuestro
idioma. Pareciera que la aqueja algún mal contagioso, pareciera que es un tabú
imposible de pronunciar. Quienes así proceden muestran una pacata actitud, una
gazmoñería y una ignorancia supinas. Veamos por qué.
Podemos decir que en español existen sinónimos totales y
sinónimos parciales. Se entiende por los primeros, aquellos vocablos que
independientemente del contexto en que su usen vendrán a significar más o menos
lo mismo, tal cosa sucede con palabras como alfabeto y abecedario.
En el contexto que las utilicemos significarán más o menos lo mismo, aunque
claro, tienen sus diferencias; si no fuera así, no tendríamos las dos. Es
decir, una es un neologismo construido a partir del griego y la otra a partir
del latín.
En cuanto a los sinónimos parciales, tenemos los casos en
que las dos palabras comparadas (pueden compararse tres) tienen un espacio
común en el que comparten el significado, pero no en todos los contextos.
Veamos el fenómeno de barro y lodo. En los dos ejemplos que se
siguen son sinónimos por completo:
El triciclo de los buñuelos se atoró en el barro del
estacionamiento
Las ruedas quedaron atascadas en el lodo.
Por otro lado podemos construir ejemplos en los que una sola
palabra no signifique lo mismo si le variamos el contexto. Tomemos
exclusivamente la palabra barro y analicemos esto dos ejemplos:
Decorada cazuela de barro
Atascada rueda en el barro.
Es evidente que un barro es muy diferente del otro y
no hay manera de hacerlos sinónimos. Es decir, que las palabras pueden tener
dos, tres, cuatro y más significados y que quizá sólo en uno de sus sentidos
sea coincidente con otra y podríamos en consecuencia tener sinónimos pero que
existen otros casos –otros contextos– en los que es prácticamente imposible
hacer sinónimos. Nunca pensaremos en el mismo barro si hablamos del
formado en el estacionamiento al utilizado en el torno del alfarero.
Pues exactamente eso sucede con jurar y prometer,
que en ciertos contextos pueden ser sinónimos, pero en otros es imposible que
lo sean. Por ejemplo uno de estos usos de moda está en el “juramento” de un
cargo público. Quiero decir que en estos años se ha colado la costumbre de que,
en ciertos actos protocolarios, los nuevos funcionarios que asumirán un cargo,
como el de presidente de la república o el de secretario o ministro de un país,
el interpelado debe comprometerse a desempeñar leal y positivamente las
funciones que se le han confiado, y en lugar de jurar, como ha sido
costumbre por muchos siglos, ahora prometen. Es decir, cuando se les
conmina a que se expresen contestan con un lacónico “Sí, lo prometo” en lugar
de un “Sí, lo juro”. Y tan poderoso ha sido este influjo, que la expresión se
ha colado hasta en quienes toman la protesta, pues preguntan “¿Juras o prometes
cumplir lealmente el cargo de…?” en lugar de sólo pedir que juren.
¿Por qué en nuestros días se ha hecho políticamente correcto
prometer, y jurar es políticamente incorrecto? Sin duda por un malentendido,
sin duda por una actitud de postureo; en fin, sin duda por pedantería. Se
colige de esta actitud que jurar, como lo define el DRAE, es una promesa hecha
ante Dios, pero el que recibe el cargo no profesa ninguna religión, más aún, es
ateo, por lo tanto, se le hace imposible poner a Dios como testigo de su futuro
bien actuar, que prefiere restringirlo a su fuero interno, a su buena voluntad
de actuar con rectitud; y esto, sin duda, es algo valioso y digno de encomio.
Bien que no delegue en Dios una cosa que sólo es de él; qué bueno que no se
enreda a Dios en tales y turbios procederes a que se enfrentará el presidente
de un país. Bueno y pase, aunque académicos he leído que niegan la corrección
de esta nueva construcción. Dice Gregorio Salvador Caja que: “Me temo que el
escamoteo de los juramentos procede de una lamentable confusión entre lo
sagrado y lo sacro, y creo que habrá que interpretar la anodina promesa como
una boba afirmación de laicismo, con ignorancia u olvido de que la dimensión de
lo sagrado va mucho más allá de lo religioso”.
También habrá otros prometedores que se vayan al otro
extremo del sentido que comentamos; y es que, precisamente, porque se es
cristiano cabal y no se está dispuesto a violentar un mandamiento muy claro de
la religión (no jurar en nombre de Dios), pues alegan: “Yo respeto a mi Dios, y
en estas cosas mundanas yo no lo mezclo; allá los gentiles que lo hagan, que
con facilidad ponen a Dios por testigo con total desvergüenza”.
En fin, ya digo, pura gazmoñería.
Pues este uso de prometer en lugar de jurar,
bueno y pase porque entre otras cosas prometer significa “decir que hará cierta
cosa obligándose a ello”, como lo asienta María Moliner en su lexicón.
Pero hay otros usos en que es imposible intercambiar el
significado de juro por prometo porque se aluden a ámbitos
distintos. En primer término, debemos darnos cuenta que ambas expresiones
tienen un cierto aspecto temporal, por decirlo así, y el significado de prometo
apunta hacia adelante, hacia el futuro, mientras que el campo semántico de juro
tiende hacia el pasado.
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