Redundancias, pleonasmos, tautologías II
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Pues quiero empezar la presente entrega con la respuesta de algunas de las preguntas que quedaron pendientes en la anterior ocasión. Empiezo por la que quizá sea la pregunta más dificultosa y es el hecho de que opino que un manual de redacción no puede “sugerir”, “opinar”, “recomendar”, etc. porque el usuario busca justo lo contrario: necesita un asidero claro que le permita tomar una decisión que no tenga ambages. A mis alumnos lo he dicho cientos de veces en clase, las razones para una correcta escritura no pueden elegirse por mayoría de votos, porque estos asuntos no son como el parlamento que gana o tiene razón la opinión del que más votos acumula.
En estas ocasiones hay una razón lógica que explica por qué sí o por qué no se hace o se deja de hacer tal o cual cosa y eso es todo. No se le puede pedir al aprendiz que él lo decida. ¿Qué, es forzoso siempre escribir así y no asá? Por supuesto que no: la clase terminará o el lector cerrará el manual y ya él sabrá lo que hace después. Ahí es donde inicia el uso consensual de la lengua: cuando la mayoría adopta tal o cual forma o gusto y ése es el que se consagra y no otro; y por supuesto que lo mejor es elegir estando bien informado. Ya sabemos que casi nunca sucede así, pero entonces, ¿los manuales de redacción deben dejar de lado su labor ilustradora y de guía para los ciegos caminantes?
Por otro lado, carece de toda lógica decir que en el habla es válido tal o cual uso pero en la escritura no. Dígame el lector que otros elementos de correcta escritura y correcta habla están así de escindidos. ¿Es incorrecto escribir “se juyó con el novio? ¿Pero sí es legítimo expresarlo verbalmente?
Por otro lado, un manual de escritura tiene que ver justo con la redacción, no tenemos por qué estar normando o rigiendo el habla, ya bastante trabajo se tiene con enseñar a escribir, como para meterse en otros asuntos. Un último aspecto de las pretéritas preguntas y vamos a otro aspecto. Es la cuestión de mirar el fenómeno que nos ocupa mirándonos primero el ombligo. Ya los académicos de la lengua en América lo han dicho una y otra vez: el español de España no puede ser la norma consensual para el uso de todos los hablantes de la lengua. Los españoles no son más propietarios de nuestro medio de comunicación que los americanos. Quienes producen una guía práctica de escritura en España deben pensar que, quiéranlo o no, se dirigen a un vasto mundo de gente que va de un extremo a otro de un continente y que dichas opiniones atraviesan los mares. En síntesis, un pleonasmo está mal que se use, ya sea de forma escrita o verbal, simplemente lo rechazamos. ¿Eso evitará que se usen y por arte de magia de mis opiniones desaparecerá tal vicio de nuestro idioma? Pues no, claro que no, pero nuestra posición debe ser sin ambigüedades.
Por otro lado, quisiera hacer unas últimas observaciones sobre la aparición de esa mala yerba que afea el jardín de nuestra escritura que son los pleonasmos o tautologías escondidos. Es decir, hasta ahora hemos hablado de algo que es tan evidente que me deja inconforme haberle dedicado tantas líneas. Más de preocupar son las redundancias escondidas que por ser tan sutiles, muchas veces las podemos dejar pasar. Sea por caso esta primera que me dijo una vez un alumno en forma de pregunta: “Profesor ¿fórmate en la fila es un pleonasmo?”. Sabedor yo de que el alumno era particularmente agudo no respondí a la velocidad de la luz, como solemos hacer los profesores, sino que lo pensé un poco y después de intercambiar con él y con los demás alumnos algunas ideas concluí que, en efecto, eso era una tautología.
Sin duda hay mucha tela de dónde cortar antes de dirimir este asunto. Quiero decir que se elija en una u otra dirección, hay buenos argumentos para quedarse con uno u otro punto de vista. Veamos un poco. El contexto que me dio el alumno es que recordaba que un profesor dijo en alguna ocasión en el patio escolar a un alumno que no se integraba a la columna de sus compañeros de clase (realizarían en un momento más los honores a la bandera) que dejara de jugar y se “formara en la fila”.
El argumento del profesor, para usarlo así, sería el de que el verbo formar, formarse significa, entre otras cosas, integrarse, y la palabra fila significa eso, una hilera, una columna de algo, por lo tanto podría concluirse que era tan correcto decir fórmate en la fila como intégrate en la columna.
Por el contrario, se puede rebatir esta idea aduciendo que la palabra fórmate no sólo significa integrarse en algún cuerpo u organismo dado, sino que también, como define María Moliner en su lexicón, formar significa: “Colocarse una persona en una formación, cortejo, etc.” y que por lo tanto agregar la palabra fila, implica repetir la idea ya que una fila es justo eso: una formación o cortejo. En síntesis, conque se hubiera dicho: “fórmate, que ya vamos a iniciar”, era suficiente.
¿Qué hacer? A mi parecer que los dos puntos de vista son correctos y por lo tanto mi respuesta estaría en el ámbito no solo de lo que se dijo (y volvemos a escaparnos de la escritura para irnos al habla y aún a las intenciones del hablante, que es otro asunto y muy especioso), sino de lo que se quiso decir.
Tengo para mí, y con esto voy concluyendo, que muchas de las tautologías pueden estar relacionadas con la intención psicológica del hablante que, dubitativo, quisiera decir más cosas pero en su prisa para hablar o en su torpeza para decir lo que en realidad desea, termina por repetirse, en lugar de decir una segunda cosa. Dicho de otra manera. Es probable que el profesor quería decirle dos cosas al muchachito impertinente y majadero: vete con tu grupo, por un lado, y por otro, deja de estar molestando. Pero como estos son los tiempos en que el profesor teme al alumno, no se atrevió a decir: fórmate y no molestes más.
En síntesis y como última idea diré que cuando la cosa se presta a confusión mejor es que la dejemos y usemos otra, que para eso es tan rica nuestra lengua. Hace mucho dejé de usar el su/sus, duplicándolo para evitar la anfibología porque algunos alumnos se reían diciendo: “tú nos enseña a usar bien la lengua, pero usas pleonasmos para hablar, porque dijiste: “en su libro de ustedes”. Y es que dije en una ocasión a dos alumnos que no encontraban en dónde trabajar, si en el libro o en el cuaderno tal expresión.
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