Redundancias, pleonasmos, tautologías III


LI
 Yo había dado por cerrado el tema de los pleonasmos con la entrega anterior. Pero en estos días, pensando sobre el tema mientras conducía mi automóvil monótonamente de la ciudad de San Luis Potosí a Ciudad Guzmán, aburrido, me di cuenta de que en el tintero me quedaban dos aspectos que tienen que ver con este asunto. Así que me disculpo por retomar el tema pero aquí van esos dos corolarios, espero que sean de interés de todos los lectores.

Tengo para mí, pero no creo estar muy errado, que los asuntos relativos a las redundancias o repeticiones se presentan en todas las lenguas y que, como en español, algunas son más o menos aceptadas y otras son rechazadas. Y esto dependerá del campo semántico de la expresión y de la permisividad o no, ante lo incorrecto. Tengo referencia de dos casos: del ruso y del náhuatl.

Hace no mucho tiempo, en una clase de doctorado, un profesor de la misma universidad donde impartía esa clase (Literatura Moderna) y que a la vez era alumno de dicho doctorado, nos preguntó asombrado, en una ocasión en que comentábamos en clase algunas escenas de El Quijote, por qué nos reíamos de una corrección que hace don Quijote a Sancho.

El profesor ­--Alexander Reshetkov-- era hablante nativo del ruso y ya persona madura migró a nuestro país donde terminó de aprender y dominar el español. Pues la escena en cuestión nos dio risa porque Sancho hace alguna afirmación pleonástica (olvido la escena en concreto) y don Quijote lo corrige, diciéndole que no debe decir así, sino sólo asá. Como suele suceder, el escudero responde con otra bobería no exenta de gracia. El profesor se dio cuenta de que no sólo nos reíamos por la respuesta de Sancho, sino también por su afirmación inicial, y Alexander nos preguntó ¿por que se ríen de que diga subió para arriba? Por supuesto que le aclaramos que la afirmación era propia de hablantes incultos y que desde una perspectiva de lo correcto, no debería usarse de tal forma.

Ahora la sorpresa no fue del ruso, sino nuestra, pues agregó, todavía sin salir de su incredulidad: pues en ruso se dice así y no lo consideramos un pleonasmo, nos parece natural.

Como en México somos muy vigilantes de los pleonasmos evidentes y por nada del mundo los toleraríamos en ninguna charla, ni informal, mucho menos en un salón de clases de un doctorado, les expliqué el fenómeno español de que allá sí hay cierta tolerancia con estas construcciones coloquiales y que, claro, toleramos (porque no nos damos cuenta) sólo los pleonasmos muy escondidos como “puede ser posible”, “vuelvo a repetir”, “esperanza a futuro”, “nexos de unión”, etc.

Eso fue para mi un gran descubrimiento porque entonces llegué a la conclusión que antes dije: los pleonasmos pueden aparecer en todas las lenguas y con ellos puede hacerse manga ancha, aunque a algunos hablantes puedan parecerles verdaderos idiotismos.

Y si hasta ahora hemos hablado de las redundancias y repeticiones como un fenómeno viciado del uso de la lengua, debo reconocer que hay una parte que transita de lo incorrecto o lo aceptado e incluso a lo ideal en la medida en que son formas que asociamos a lo poético o por lo menos a lo retórico.

Digamos que en este asunto de las reiteraciones, repeticiones, pleonasmos o como les llamemos existe una especie de franja horizontal como un muestrario de colores, que inicia en el extremo derecho con un profundo negro y a medida que se avanza en ese recorrido visual hacia la izquierda, se va diluyendo la intensidad hasta pasar del negro al gris y del gris al blanco. Es decir, en ciertos momentos son construcciones totalmente rechazables pero hay otros momentos en que el significado está lexicalizado y ya no reparamos en su origen reiterativo y las aceptamos con naturalidad, es decir, nuestra actitud es neutral: ni las rechazamos deliberadamente ni las elogiamos por su particular función o fuerza expresiva, tal sucede con expresiones como “no dar pie con bola”, “callarse la boca”, etc.

Y si en expresiones como éstas ya no reparamos en sus sentidos tautológicos, hay algunas que deliberadamente las usamos para repetir ideas y palabras para embellecer la expresión, tal sucede en la poesía, en la que se utilizan los datismos o batologías  o tautologías o redundancias o macrologías o perisologías. Helena Beristáin en su diccionario de retórica así lo explica: La diferencia entre la perisología y el pleonasmo, según Fontanier estriba en que la primera constituye una ampliación superflua, mientras que el segundo produce un efecto de plenitud al aumentar la claridad o la energía, que son útiles para persuadir. Pero en ambos casos se agregan expresiones gramaticalmente innecesarias.

Y para concluir, diré que es precisamente ese el caso del ejemplo que recordaba en la carretera, la poesía en lengua náhuatl recurre mucho a estas figuras retoricas que, con diferentes nombres según explica Beristáin, se utilizan como parte de la construcción poética. Estos dos ejemplos nos muestran el uso de esas redundancias o repeticiones:

Desde donde se posan las águilas,

desde donde se yerguen los tigres,

el Sol es invocado.

[...]

 

Muy cierto es: de verdad nos vamos, de verdad nos vamos;

dejamos las flores y los cantos y la tierra.

¡Es verdad que nos vamos, es verdad que nos vamos!

¿A dónde vamos, ay, a dónde vamos?

¿Estamos allá muertos, o vivimos aún?

¿otra vez viene allí el existir?

¿otra vez el gozar del Dador de la vida?”





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